La congelación es un estupendo sistema de conservación.
Sin embargo no respetar unas correctas normas, tanto a la hora de congelar alimentos como de descongelarlos, puede poner en peligro la seguridad de su
consumo.
PREPARACIÓN
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Descongelar en el
frigorífico (el frío protege del desarrollo microbiano) la cantidad justa
necesaria y consumir o elaborar en un plazo máximo de 24 horas hace que el
alimento recupere su aspecto, sabor y olor originales.
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Debe tenerse en
cuenta que el producto ha de estar separado del resto para evitar
contaminaciones cruzadas. Para ello, se puede colocar en un recipiente limpio e
impermeable dentro del frigorífico, evitando siempre que gotee sobre otros
alimentos.
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Nunca debe
recongelarse un alimento descongelado total o parcialmente. El único caso en el
que se puede volver a congelar es cuando ha sido previamente cocinado con calor
intenso, ya que este proceso reduce drásticamente el número de microorganismos.
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Descongelar a
temperatura ambiente (o mantener a temperaturas templadas el producto
descongelado) es una práctica que pone en peligro la salubridad del producto.
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No debemos
descongelar los alimentos bajo el grifo, puesto que añadimos más agua al
alimento, lo que hace que los microorganismos proliferen con mayor rapidez.
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Algunos alimentos,
como verduras y hortalizas, pueden cocinarse directamente en agua hirviendo
previamente troceadas y escaldadas.
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Se puede hacer uso
del microondas para descongelar piezas delgadas y pequeñas de manera que se
eviten zonas cocidas frente a otras aún congeladas.
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Una vez
descongelado, el alimento crudo se debe cocinar totalmente, lo que asegura que
el calor (al menos 70ºC) llegue al centro del producto lo más rápidamente
posible. Si se trata de una elaboración ya cocinada, debe recalentarse a fondo
asegurando esta temperatura en toda la preparación y consumir lo antes posible.
Si no se consume, las sobras no deben reutilizarse.
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